Nada será igual sin Tamudo
Escrito el 05 Junio 2009 por R Castillos
El domingo pasado a Montjuïc y la Barcelona blanquiazul se le cayó una lágrima. Raúl Tamudo, capitán y emblema del sentimiento perico, pudo haber jugado su último encuentro con una camiseta que lleva tatuada en el cuerpo. Tamudo despidió la temporada con un hat-trick ante el Málaga, el primero en su carrera… el día de su posible despedida como jugador del Espanyol.
Nada será igual cuando el de Santa Coloma deje el club. El Espanyol no será el mismo. Sin Tamudo perderá a su guía, bandera espanyolista por los siglos de los siglos. Raúl no merece marcharse así de su casa, sin hacer ruido, entre confusiones por su futuro. Tamudo es más que un futbolista para un escudo que perderá su corona cuando el capitán se quite el brazalete.
Tamudo es el futbolista más importante de la historia del Espanyol, un equipo peculiar y sincero que siempre ha vivido a la sombra del Barcelona, gigante representativo de la Ciudad Condal. Raúl, desde niño, no se dejó llevar por la mayoría. Había nacido blanquiazul y nadie le iba a dictaminar sus colores. No dejará de ser espanyolista ni cuando se marche al cielo, donde dará clases de sentimiento perico y defenderá al Espanyol de su vida, el que lleva en las venas.
El destino estaba escrito
31 años, 13 temporadas al servicio del equipo de su vida, 334 partidos, 129 goles en Primera de blanquiazul. Raúl es la leyenda viva del club, su futbolista más importante en sus 109 años, un mundo, una eternidad. El catalán es quien más ha vestido esa camiseta que ama por encima de todo y el que más goles ha celebrado. Desde Sarriá a Montjuïc, despedido de su cuenta con una victoria con tres goles. Cornellá y un estadio a la medida de la entidad esperan a un Espanyol que parece que no tendrá al chico pillo de Santa Coloma. Nada será lo mismo.
Tamudo, rechazado por el filial del Barcelona por la insistencia de su padre en probar con el eterno rival, no llegó en alfombra roja al primer equipo espanyolista. Debutó un 23 de marzo de 1997 contra el Hércules y dejó su sello en la portería rival. No fue casualidad. Fue el principio del mito, un mito que se marchó dos veces cedido por falta de confianza. Alavés, Lleida y regreso a un equipo al que estaba destinado. Tras ganarse el sitio y ser una realidad en su Espanyol, tuvo que hacer las maletas por amor a unos colores. Era el año 2000 y Raúl era el máximo activo de un club en una profunda crisis económica. Su venta era una obligación que no se concretó por un reconocimiento médico sagrado para el espanyolismo. Con cara de chaval inocente y gafas de intelectual, Tamudo no pasó la frontera médica necesaria para fichar por el Glasgow Rangers. Días antes lloró en rueda de prensa una marcha del Espanyol que no se concretó. Regresó a casa. Un socio espanyolista se había infiltrado en el cuerpo médico de los escoceses para devolver a Tamudo a su lugar.
Dos Copas y un favor a una amiga de su esposa
Desde ese día, el más listo de la clase espanyolista comenzó una leyenda sin zancadas. Sus registros goleadores hablan de un futbolista con veneno, incorporado a sus botas y a su cabeza. Desde que debutó con el Espanyol siempre había marcado 10 goles o más, hasta esta última temporada, maltratadísimo por las lesiones. La irregularidad nunca entró en sus planes. Hacía los deberes todos los días.
Dos Copas del Rey y una final de la Copa de la UEFA se llevará Tamudo en el recuerdo de los galardones. En las dos finales coperas marcó. Su gol en la final contra el Atlético de Madrid, cuando le birló la cartera a Toni, preparado para sacar de portería, resume su estirpe inteligente. Con la selección no tuvo la suerte que se mereció. Nunca ha jugado una Eurocopa o un Mundial. 13 encuentros con España y 5 goles, todos de cabeza. Raúl acudió al rescate cuando su país le pidió ayuda. En el Bernabéu también se acuerdan de él y de sus dos goles al Barcelona que hicieron realidad la segunda Liga madridista de Capello. Raúl había ayudado a una amiga íntima de su esposa blanquiazul.
Ningún beso es más sincero que el de Tamudo cuando celebra los goles. El de Santa Coloma se acuerda del escudo que defiende y del que está enamorado. Nadie ha tratado mejor a su amado Espanyol, que le debe matrimonio para siempre.
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