2 nov 2009

Tamudo, el perico caído

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Malditos contables Es el más importante futbolista de la historia del Espanyol, el hombre milagro de los dos títulos de Copa y de las mil salvaciones con plantillas cogidas por alfileres, pero sostenidas por la eficacia goleadora de un muchacho que aceptó su traspaso al Glasgow Rangers sólo para salvar de la ruina a su club de toda la vida, pero que regresó de Escocia porque no quiso abandonar su casa. Antes de que Raúl Tamudo subiese a la primera plantilla perica, el Español (aún no había catalanizado su nombre) había ganado dos títulos, el último de ellos en 1940. Con él, ha doblado su palmarés y en las dos finales de Copa conquistadas marcó. En la de Valencia, en 2000, le hizo al atlético Toni uno de los tantos más esperpénticos de la historia. He aquí el motivo por el que mi admirada vecina aún le guarda rencor. La previsible mala salida de Tamudo del Espanyol es un episodio más de la saga que, desde el desencadenamiento de esta crisis, ha convertido el mundo laboral en un infierno: la dictadura de los contables. Gente sin otra cosmovisión que la que le da un cursillo de seis meses y una calculadora arrasa al personal cualificado de las empresas en aras a una falsa rentabilidad. Porque, naturalmente, el delantero estrella y el guía espiritual de un equipo tiene el sueldo más alto. Y por supuesto que su no renovación supondría un ahorro. Pero a costa de perder competitividad. El ejemplo vale para un equipo de fútbol, para un periódico y para un puesto de pipas. También se ahorra despidiendo al jefe de personal y subcontratando en su lugar a una gestoría, ¿o no? Lucas Haurie Veterana bisoñez Servidora, atlética a pesar de Cerezo y Gil Marín, es, además, un poco rencorosa. El defecto podría atribuírselo también a Cerezo y Gil Marín, que sacan lo peor de mí, pero voy a culpar a la memoria. En la final de la Copa del Rey del año 2000, jugaba mi equipo contra el Espanyol. Toni Jiménez, uno de esos porteros a los que acaba matando un gol, botaba el balón antes de sacar y aún no sabemos a qué leches estaba mirando y en qué diantres estaba pensando. De pronto, un tal Raúl Tamudo le quitaba la pelota a su amigo con la cabeza y marcaba un chicharro definitivo. Desde entonces, tengo en mi negra hornacina particular al chaval, que nos mojó la oreja en alguna que otra visita. Raúl Tamudo, perico confeso, pasa ahora por uno de esos momentos que a veces nos buscamos solitos los seres humanos cuando metemos mucho la pata. Con un Espanyol sensible, unido por la pérdida de Jarque, y cohesionado con la fuerza que da el dolor, el chico olvidó decirle a su representante que lo escrito, escrito queda. Así que al presidente Sánchez Llibre le llegó una carta pidiendo la rebaja de la cláusula para propiciar la huida de Tamudo, con lo que a Sánchez Llibre le pusieron a huevo lo que pretendía a todas luces: encontrar la excusa perfecta para darle puerta a Tamudo, un futbolista veterano que ha cometido una niñería. Para desgracia del jugador, Mauricio Roberto Pochettino Trossero (ahí es nada) está al mando. El equipo son diez clones del argentino y luego está De La Peña, ese calvo que da lecciones sin subir la voz. Mala suerte, chico. No me extraña que llores. María José Navarro

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